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11.11.06

Ese extraño canon, para todos menos para los diseñadores

El canon que pagamos todos cada vez que hacemos una fotocopia, adquirimos una impresora o compramos un soporte informático virgen es un despropósito, pero mucho más si cabe lo es el reparto arbitrario que de él se hace.
“Se adivinan amenazas por los cambios de normativa, que propician facilitar el comercio internacional a costa de eliminar la protección a las creaciones intelectuales, las cuales corren el riesgo de convertirse en meras inversiones, valoradas como los zapatos o los productos industriales masivos”. Leo esta frase y bastaría decir simplemente que es desafortunada: barre de un plumazo la propiedad intelectual del diseñador, es más, nos pone como ejemplo de aquello que no es susceptible de ser considerado creación intelectual. No tendría más importancia si no fuera porque el que la suscribe es ni más ni menos que Juan Mollá, vicepresidente de CEDRO, la tercera en discordia en el bucanero reparto de ese botín que son los cánones, con la SGAE y VEGAP (hay más, pero para qué enfrascarnos en el baile de siglas… son todas lo mismo),.
Cuando alguien fotocopia un libro, una revista, y pronto veremos que también cuando lo almacene en un cedé, CEDRO reparte su parte entre el editor, el autor, y el traductor. A buen seguro que es imposible copiar algo sin reproducir también su diseño, pero para CEDRO ni los zapatos ni los productos industriales masivos ni los libros ni las revistas los diseña nadie, y por tanto, no hay necesidad de liquidarnos a nosotros. Curiosamente, CEDRO destina una parte de lo que recauda a engrosar las arcas de VEGAP, en el entendido que cuando se fotocopia un libro suele haber por medio alguna imagen, obra de arte, ilustración o fotografía… ¿y el diseño? ¿y la diagramación? De eso ni los unos ni los otros quieren oír ni hablar.
Posiblemente de este agravio tengamos más culpa que nadie los diseñadores gráficos. Son excepción quienes condicionan sus honorarios a la tirada (si a alguien le han pagado alguna vez por el diseño en caso de reedición que lo diga y le hacemos una fiesta). Por lo general, los diseñadores gráficos entendemos que nuestro trabajo debe cobrarse de golpe la primera vez, y de momento no nos ha ido del todo mal: Quizá hemos ganado menos dinero, pero hemos ahorrado en abogados y en berrinches. Sin embargo parece que esto está cambiando: si bien la sociedad y muchos autores han empezado a entender que la creación es cultura, y como tal hay que contemplar el derecho de los pueblos y las personas a su disfrute (sin menoscabo de la lógica remuneración por el trabajo de cada uno), los gobiernos y los legisladores parecen empeñados en gravar todo lo que graba o reproduce, para mayor engorde de la industria y unos pocos autores. Si así tiene que ser, y ojalá que la tendencia cambie… ¿a qué viene este conformismo? ¿cómo no han empezado ya a dar esta batalla las asociaciones de diseñadores?.
Álvaro Sobrino. Diseñador gráfico, periodista y editor.
Mantiene una columna en la revista VISUAL, con el nombre de Crónicas de Pseudonimma, donde recoge opiniones de otros y las suyas propias acerca de la actualidad del diseño español.