Este blog está discontinuado

Hola. Este blog ya no se actualiza. Pero me pareció bien que todo este material siguiera estando ahí. Por si alguna vez alguien quiere leerlo, y por contribuir a la basura informática.
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31.5.10

Cartográfica, lo que pudo haber sido...


Los Herederos de Juan Palomo –el estudio en el que trabajo– hemos retirado las piezas que habíamos mandado para la exposición/mapa Cartográfica.

Alguien dio nuestro nombre y hemos mandado material, hemos propuesto los cinco nombres que se nos pedían, y nos ilusionaba formar parte de ese mapa madrileño del diseño. De todo lo que ha pasado después, nadie nos dijo nada.

Por los mensajes primeros parecía que por el hecho de que nuestro nombre aparecía en la cadena, ya estábamos ahí. Ahora mismo, releo una y otra vez los correos recibidos y los textos en la web, y no lo tengo claro. Descubro que existe un comité de selección (que por cierto no se sabe quién lo forma) que tampoco sabemos si selecciona para el mapa, para la expo o para Experimenta. Ni con qué criterios. No entendemos nada. Nos parece que las reglas hay que tenerlas antes de empezar a jugar el partido.

Sin que nadie nos dijera nada antes, vemos que nuestro trabajo y el de todos los demás se ha sometido a una frívola votación popular entre participantes... ¿o tenemos que empezar a hablar de concursantes?. Una votación que no sabemos para que sirve... ¿se decidirá así las piezas que se publicarán y/o expondrán? ¿y si es así por qué no se nos dijo ni se nos dice? si no es para eso... ¿para qué? ¿por qué está abierto el resultado a todo el mundo y no se nos avisó? Nosotros nunca vamos a concursos. No nos prodigamos en premios ni festivales. Y no estamos dispuestos a "competir" a ver quién tiene más amigos. Porque ya hemos recibido la petición de algún colega (con la mejor intención) pidiendo el "porfa, vótame".

Incluso existe la posibilidad de dejar comentarios sobre las piezas... aunque en algún mensaje he intuído que todos estaremos representados en la exposición, estoy convencido de que no va a ser así, porque hay ahí cosas que no superarían el aprobado de manualidades de la ESO. Me parece cruel que en cualquier selección sean públicos los trabajos presentados y que se caen en el proceso.

Nos sentimos utilizados (muy utilizados) para unos objetivos que no son los nuestros, que no sabemos de quién son ni cuáles son.

No me gustaría que se entienda mal: me parece que la idea es buena y felicito por ella a los que la promueven. Me parece que algunas cosas se podían haber planteado mejor, como siempre sucede. Y me parece que en algunos aspectos imprescindibles, es tan inaceptable que no queremos estar ahí si no lo podemos cambiar.

Y ya desde un prisma más personal, hay también una parte de coherencia. Desde hace años vengo escribiendo artículos, post en este blog y en redes sociales, emails a instituciones... en el último año llevo firmadas un montón de cartas a instituciones protestando por los concursos, cómo se contrata el diseño y cómo se nos trata. Verme ahora ahí es de una incoherencia que me incomoda... la coherencia es lo que nos queda.

Al respecto, he encontrado dos artículos que pueden ser interesantes, el de Aitor y el de Miguel. Me alegra no ser el único que no lo ve claro.

Les deseo suerte a los participantes y a los organizadores.

23.5.10

No todo vale

Achaquemos a la crisis el oportunismo y la agresividad que algunas empresas están usando. No están claros los límites de lo aceptable, dónde acaba la audacia y empieza la carnicería. Cada cual tendrá su listón puesto donde quiera, y no me importa compartir el mío: cuando las prácticas pasan de buscar la ventaja de uno a la degradación del conjunto, para mí ya no vale. Una cosa es el mercado y la competencia en buena lid, pero aquellas actitudes que desprestigian y erosionan al conjunto de la profesión, son las que para mí no son válidas.

Insisto, no es una teoría ni un argumento, es mi opinión.

Viene esto a cuento por el mensaje que hemos recibido en la revista Visual donde trabajo, y que pego al final.

Es de Cromátika, una empresa que contacta con nosotros para ofrecernos sus servicios. Hasta aquí todo correcto. Con insistencia mayúscula, o mayúscula insistente, se ofrece a realizar un estudio de los costes de impresión –lo que viene siendo un presupuesto, mayormente– completamente gratuito y sin ningún compromiso. Pues sólo faltaba, pienso.

Hasta ahí, lo normal. Hace años tenían la deferencia de llamar y visitarte. Pero a eso hay que renunciar, y hasta no me parece mal. Aunque si alguien me pide datos sobre mi actividad, aunque sea para presupuestar, me gusta verle la cara. Sea acaso deformación generacional.

Entra todo dentro de lo normal y no merecería escribir sobre ello. ¿Todo? No. Me saltan las alarmas al leer “sólo tiene que enviarnos los costes y tirada de su revista, sin necesidad de hacernos saber cuál es la imprenta con la que trabajan”, un dato éste último que por cierto aparece en el staff de la revista, o sea, que o no la conocen o no se han molestado. Alguien que no conozco y que se dirige a un buzón genérico, pretende que le facilite un dato tan delicado como el precio que estoy pagando a mi actual proveedor. Me sorprende, y me lleva algunas reflexiones:

- El impresor tiene conocimiento de algunos datos sensibles sobre nuestro producto: sabe quiénes son los demás proveedores en el proceso, y algunos detalles de nuestra relación con ellos, como las condiciones y plazos de entrega, por poner un ejemplo. También tiene datos sobre la distribución, qué parte se dedica a envíos y cuál a venta en quioscos. Sabe incluso en cada momento de nuestras facilidades financieras, en el supuesto de que le remoloneemos a veces en el pago. Sabe con qué mensajería trabajamos, quien nos hace los portes, y es el primero en saber cuánta publicidad lleva el número, y quienes son los anunciantes. Total nada. Si yo contratara a los señores de Cromátika tendrían toda esa información sensible… ¿puedo confiarla a alguien que sin conocerme, y como lo más normal del mundo, pretende que le facilite el precio de impresión de mi proveedor actual? Ciertamente, no.

- Profundizando… ¿para qué necesita conocer el precio que pago actualmente? Sólo se me ocurre un motivo: no van a presupuestar en función de costes reales, sino de lo que estemos pagando… otro motivo para fiarme poco. Aunque pudieran conseguir un precio un 20% más bajo, un suponer, lo ajustarán al alza en función de lo que pagamos ahora. Es más, no alcanzo a entender para qué les sirve si tampoco tienen la certeza de que nosotros vayamos a darle el precio real, posiblemente le daríamos un precio más bajo, pero que para ellos sería una cifra de partida real a la hora de presupuestar. Es decir, que o les engaño en el precio que les diga, o estoy haciendo el bobo.

- ¿Quiénes son? A juzgar por la web se trata de un estudio-agencia de publicidad. De hecho, no desaprovechan la oportunidad para ofrecernos también una propuesta de "diseño y maquetación". Eso me incomoda, da una idea de cómo se está actuando en este sector. Que no sea lo habitual no quiere decir que no estemos yendo todos a unas relaciones insanas con los clientes que hace unos años eran impensables. También me refiero con esto a las relaciones con los proveedores. Si fuera una imprenta, me costaría trabajar con alguien que actúa así, y pensar que fuera un cliente de fiar. Nosotros trabajamos con seis imprentas en Madrid, y alguna más en Barcelona. Ninguna de ellas ni por asomo se atrevería a algo así. Se conocen entre ellas, compiten pero se respetan. Y eso nos lleva a nosotros a confiar plenamente en ellas.

Finalmente, antes de escribir esto he tenido que reflexionar acerca de si es ético referirme públicamente a un correo que he recibido en el ámbito privado, aunque sea de carácter comercial, genérico y de alguien a quien no tengo el gusto de conocer. Finalmente, creo que no les ha de importar. Para alguien que con tanta frescura solicita datos que otros consideramos sensibles, no debe ser importante que yo escriba aquí esto.


(pinchar en la imagen para ampliar)


10.5.10

Nueva mudanza del Ddi

Está claro que el diseño es un forúnculo para este gobierno, y para el anterior, y el anterior del anterior...
Leo la escuetísima nota en la web del Ddi. Vuelven a cambiar de ministerio, y esta vez no dependerán de una dirección general, sino de la empresa nacional ENISA, cuya web da escalofríos. Si a menudo puede habernos parecido que el diseño encaja poco allá donde lo han ido colocando, aquí sí que va a ser una peineta en un funeral.
Vuelve a Industria/ministro Sebastián. Eso de que seguirá "por el momento" con los proyectos en curso, en política significa que ni ellos lo saben, vamos, que no asumen compromiso alguno. Que una "sociedad estatal" pase a depender de una "empresa nacional" no sé que significa, pero seguro que significa. Si ahora el montante se gastaba en cursos sobre gestión para empresarios, ahora ya directamente me temo que los diseñadores no existiremos. La parte buena: ya casi ni existíamos, y por tanto es poco lo que se pierde.
Como anécdota: he buscado la palabra "diseño" en el pdf de la memoria 2008 de esta empresa, para ver qué sensibilidad y opinión les merece. Aparece dos veces en un documento de 96 páginas. Bueno, en realidad, tres: en el listado de empresas a las que financiaron, hay una que se llama "Diseño Códigos de Barras, S.A.". Apañados estamos.

3.5.10

El diseño imprescindible

(este texto corresponde al editorial de Visual, mayo de 2010)

No nos ocupa a nosotros entrar en el análisis de la situación de la economía, ni siquiera de refilón. Pero quizá, en lo que afecta a la actividad del diseño, sí nos toca proponer alguna reflexión.

Conviene realizar un análisis de lo que ha sido la actitud de los organismos públicos responsables en los últimos quince años. En lo que hoy se demuestra como un error estratégico –nos hemos hartado de decirlo en todo este tiempo– el diseño ha sido entendido por el ministerio, el que tocara en cada momento, como un elemento al servicio de las políticas de promoción de las pequeñas y medianas empresas. Este modelo ha sido seguido en mayor o menor medida por los equivalentes en las distintas autonomías, a excepción hecha de Cataluña, donde la promoción del diseño guarda un equilibrio compartido entre “cultura” e “industria”.

La parte más visible de esta actividad, y en la que se han invertido importantes recursos, han sido los programas de ayuda a las PYMES. Básicamente, consiste en localizar y ofrecer ayudas a empresas con supuestas necesidades de diseño a las que se les asigna un diseñador. Una relación forzada e inestable, en la que la mayor motivación para el empresario suele ser que el diseño es gratis –o casi– y el diseñador se ve obligado a trabajar con unos honorarios muy por debajo del precio de mercado, con un cliente poco motivado. Ha habido excepciones, pero en la mayoría de los casos ha sucedido que se ofrecía unos servicios que las empresas no necesitaban, o no eran conscientes de que existiera esa necesidad, y los diseñadores trataban de cumplir con el expediente luchando contra unas condiciones de precariedad en el encargo que hacían difícil unos resultados aceptables. Frente a esa limitación en los recursos asignados a cada proyecto, se invertía, ahí sí, en la difusión de los resultados –catálogos, presentaciones y exposiciones– con la intención ingenua de que podría producirse un efecto de concienciación y llamada entre los empresarios, y que en realidad tenía mucho más de justificación y autobombo de los convocantes.

Dentro de esta política, la machacona insistencia con que se ha pretendido identificar el diseño con la competitividad y con la innovación, no ha servido sino para trasladar una imagen del esta actividad como elemento puntual y superfluo, y no como elemento estable dentro de una estrategia horizontal en las empresas. El diseño ha sido usado como ariete de una política de promoción de las PYMES que no cuestionamos. Incluso es posible que los resultados globales hayan cumplido con las expectativas de los distintos ministros de industria, economía, tecnología… a cambio, el papel del diseño como herramienta como tanto les gusta repetir, ha sido en realidad el de maza de derribo, recibiendo todos los golpes: a los programas de “diseño gratis” para los empresarios a los que aludíamos podemos añadir la generalización de concursos vergonzantes desde todos los ámbitos de las administración, desde presidencia del gobierno y su ya famoso concurso “repullazo” para la identidad del Gobierno de España, pasando por las aventuras olímpicas del alcalde de Madrid, hasta el último cartel de ayuntamiento menor. Un ejemplo que no tardaron en secundar también las empresas y organismos privados, y que ha traído consigo un fenómeno escalofriante: la contratación de diseño como evento promocional, donde el resultado deja de ser la prioridad, siempre que el ruido sea suficiente.

No ha quedado fuera de la estrategia el Premio Nacional de Diseño, condicionado por su versión “empresarial” y donde el diseñador ha sido siempre comparsa.

Decenas de iniciativas con propuestas de calidad (congresos, exposiciones, publicaciones, asociaciones) han visto como el apoyo institucional es anecdótico cuando no inexistente –ni están ni se les espera–, obligándoles a paliar con entusiasmo la precariedad de medios y acarreándoles la imposibilidad de crecer, cuando no su desaparición. Frente a ello, escandalosas cifras son despilfarradas por los organismos de promoción del diseño en cursos y eventos para empresarios, de dudosa eficacia, donde siempre la gestión es el sustantivo y el diseño, complemento circunstancial.

Hoy, quizá por la crisis, es cuando los resultados se nos presentan con crudeza: estudios que se extinguen, ausencia de contratación y precariedad laboral, un mercado inestable en el que el diseño aparece como prescindible.

Pero no nos equivoquemos, estamos ante el resultado de todo lo anterior. El ariete o maza de derribo ha llegado a la crisis astillado, romo, cansado, ineficaz, frágil en su estructura. Sólo tienen ahora dos opciones, dedicar todos los esfuerzos a reconstruirlo y reforzarlo, invertir en devolverle su eficacia por sí mismo subsanando la desidia de todos estos años, o abandonarlo a su suerte, que posiblemente no sea otra que el de madera para quemar. No somos optimistas, no creemos que vaya a suceder lo primero. Pero por advertirlo, que no quede.

Álvaro Sobrino. Diseñador gráfico, periodista y editor.
Mantiene una columna en la revista VISUAL, con el nombre de Crónicas de Pseudonimma, donde recoge opiniones de otros y las suyas propias acerca de la actualidad del diseño español.