Este blog está discontinuado

Hola. Este blog ya no se actualiza. Pero me pareció bien que todo este material siguiera estando ahí. Por si alguna vez alguien quiere leerlo, y por contribuir a la basura informática.
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27.7.05

Recuperar lo esencial

En esta era de las estrategias globales, se hace cada vez más imprescindible recuperar lo esencial que los diseños conllevan. Hemos pasado de aquel divismo que se acompañaba de la defensa de la incuestionabilidad y que practicaron los que pudieron en los años sesenta y setenta (cuánto les debemos a aquellos maestros, y qué poco se lo hemos agradecido), a una etapa en la que todo era cuestionable y opinable, sin siquiera necesitar para ello el refrendo del conocimiento ni del argumento: bastaba el “me gusta, no me gusta”, o directamente la dictadura del “qui paga, mana”.
Lo de ahora es peor. Los diseñadores vemos como el diseño esencial ha pasado a ser un cero a la izquierda*, perdidos en las grandes estrategias, los planes de negocio, la expansión en los mercados de la mano de la optimización de la logística, la distribución, los belowthelines o las grandes campañas.
Estamos hartos de asistir a renovaciones vacías, inconsistentes, que se amparan en que la inversión y la presencia hacen bueno cualquier grafismo. Así, productos tradicionalmente líderes pasan a competir con otros diez para tratar de arañar décimas de cuota de mercado, un mercado que tenían ganado ampliamente por volumen y territorio.
Ya nada es lo que parece: los libros no son hoy sino "gadgets" para vender periódicos los domingos, un alto porcentaje de productos han caído en la oferta/promoción estable (¿alguien compraría hoy un Citröen a su precio?), en una huida hacia adelante que bien parece caída libre, la televisión basura (y me refiero a la escasa calidad de producción, no al contenido, que también) se nos ha disfrazado de lo que pretenden hacernos creer que es mayor oferta y es simplemente abundancia de la nada.
Los diseñadores, muchos diseñadores, han entrado de lleno en el juego: posiblemente renunciando al presupuesto a cambio de libertad creativa: bien está, como gesto individual. Como opción colectiva nos está llevando a dejar en manos de grandes estructuras multinacionales, de grupos de comunicación en los que el diseño es esclavo de la estrategia y no herramienta, una parte importante del mercado, donde la diferenciación podría ser esencial.
Salvo excepciones, el buen diseño está quedando limitado a lo minoritario, lo que está fuera de los canales, lo que se considera privilegio. MIentras descubrimos un supuestamente exquisito y elaborado diseño en productos de circuito alternativo, ya sea un lujoso catálogo de arte de precio imposible o un cartel cultural de vida efímera o simplemente un flyer del último club, vemos cómo errores de bulto y aluvión se prodigan en el diseño de los productos de consumo y en lo que se ha dado en llamar los “grandes encargos”. Lejos de mejorar la realidad y ante la excusa de que no nos dejan, los estetas de nuestro tiempo (arquitectos, diseñadores de cualquier disciplina, editores, nuevos artistas, instigadores culturales...) estamos cada vez más cerca de construir una realidad paralela para una élite dispuesta a seguirnos como los chamanes del nuevo siglo que pretendemos ser: una realidad para minorías con sus hoteles, su moda, sus muebles y objetos, sus restaurantes y su gastronomía, sus revistas y sus libros, sus sofisticados aparatos electrónicos, y cuya única defensa es su condición de elegidos frente al consumo de masas (mucho más barato, por cierto, y no siempre peor).
Sólo queda una sospecha esperanzadora: acaso ese culto estético y funcional de lo minoritario (algunos lo llaman “tendencias”) sea, ya sucedió otras veces, el primer eslabón para la “democratización”, y asistamos en unos años a un mejor conocimiento y reconocimiento de la calidad en el diseño. Si no es sólo una moda, puede merecer la pena, pero de momento en el proceso habrá que aguantar la confusión, la incertidumbre y tanta pose como nos rodea.
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* Hoy el marketing todo lo mide, pero cada vez más asistimos al deplorable espectáculo en que simbolos, logotipos, packs o supuestas campañas de imagen son auténticos bodrios gráficos, que no se sostienen, que son contraproducentes y que barrenan el beneficio acumulado durante décadas. Un mal encargante, y lo vemos todos los días, puede dar al traste con el valor de una marca afianzada con el trabajo de años.

17.7.05

Derechos de autor vs. derechos culturales

Resulta chocante, casi sonrojante, la facilidad con la que los intelectuales (es un modo de decir todos, en mayor o menor medida) nos alineamos sin reparos y con la mayor contundencia del lado de la abolición de las licencias y los royalties de medicamentos contra el sida o las vacunas de uso prioritario en el tercer mundo, y somos capaces de defender, con la misma vehemencia, que décadas después de muertos los generadores de bienes culturales haya que seguir soltando la tela a sus herederos para poder difundirlos. Es tanto como aceptar que la cultura es un bien no-prioritario, un lujo, que no justifica por sí su disfrute indiscriminado, como sucedería, o debería suceder, con la salud o los alimentos de primera necesidad. Pues bien, si se me permite, es al revés, los derechos culturales y el acceso al bien cultural debe ser, sin menoscabo de la lógica retribución por su trabajo al autor, objeto de pronta disposición libre, y en la medida de lo posible, ésta debería ser costeada por los estados en el caso de que exista coste soporte, si bien las nuevas tecnologías (que hay que democratizar) están acercándonos a pasos agigantados a una cultura de coste cero. Lo he leído recientemente en los encuentros digitales de elmundo.es: “es absurdo que no entendamos el .pdf como un formato ecológico, exportable, que no contamina, que puede llevar los contenidos a mas gente por menos dinero, incluso gratis... imagínate poder pasar el pan o la leche a .pdf... se acabaría el hambre en el mundo... ya que es posible hacerlo con la cultura, hagámoslo”.

A partir de esta situación nueva de difusión cultural, los valores que hemos manejado hasta ahora entran en crisis como modelo establecido. Ha sucedido en la música, cuyo mercado está precisando de una revisión meteórica en la que, cada vez más, las necesidades pasan por valor añadido, menores desembolsos y la demostración de que la miopía inoperante de las grandes distribuidoras pueden dar al traste con el mercado, eso sí, a beneficio de los pequeños (más ágiles) y de los propios autores que pasan a ser el auténtico eslabón prioritario de la cadena. Con el cine va a pasar algo similar, y lo que puede ser temblar de estructuras para las grandes superproducciones bien llevado puede ser río revuelto y ganancia de los más independientes, los experimentales o los que “no están en el circuito”.

Los diseñadores hemos sido poco quisquillosos con lo de los derechos de autor, de reproducción y con nuestra propiedad intrelectual, que parece que mientras nos la paguen bien nos importa poco. Nada que ver lo nuestro con los artistas plásticos, los fotógrafos o los ilustradores... pues vaya a ser que al final todo parece apuntar a que el modelo futuro anda mucho más cerca de lo nuestro que de lo de ellos, o lo que es lo mismo: como quiera que las fronteras se difuminan, que lo de la red da al traste con las prerrogativas anteriores, que a ese campo no hay un dios que le ponga puertas, a lo que habrá que añadir la obsesión de los grandes magnates por centralizar, globalizar, concentrar y controlar el mercado de lo reproducible, como quiera, decía, que eso ya lo tenemos aquí, el único modelo a seguir es el que nosotros los grafistas adoptamos hace tiempo: cobrar por producir, que no por lo que se reproduce. Al final nos la juegan lo mismo que a los artistas plasticos, fotografos o ilustradores... pero nos ahorramos el berrinche. Con gracia sobrada lo cuenta un andaluz catalán diseñador: “pues eso, que querer cobrar por cada vez que se reproduce un diseño nuestro sería tanto como que el cirujano plástico reclamara su parte por cada aparición en televisión de las tetas de las famosas”. Es una manera de verlo.
(de Pseudonimma)
Álvaro Sobrino. Diseñador gráfico, periodista y editor.
Mantiene una columna en la revista VISUAL, con el nombre de Crónicas de Pseudonimma, donde recoge opiniones de otros y las suyas propias acerca de la actualidad del diseño español.