Este blog está discontinuado

Hola. Este blog ya no se actualiza. Pero me pareció bien que todo este material siguiera estando ahí. Por si alguna vez alguien quiere leerlo, y por contribuir a la basura informática.
Puedes ver y leer lo que hago y escribo ahora en instagram,
en facebook, en twitter...

28.12.09

Manifiesto sobre la innovación (no podía ser más rancio)

Cuando leo estas cosas recuerdo siempre a aquella directora del Ddi que nunca llegó a entender nada acerca de lo que el diseño es: en un auditorio enorme lleno de empresarios y diseñadores, soltó lo de que "hemos conseguido que el diseño deje de estar en las páginas de cutura, para que esté en las de economía". A unos pocos nos recorrió un escalofrío la espalda. Era la frase estrella que había preparado para decirla delante de su ministro –Rodrigo Rato–, quien por cierto no apareció. Han pasado ya unos cuantos años, y el balance es estremecedor.

Descubro hoy este manifiesto. Ignoro el tiempo que lleva "manifestado". Lo firman las Entidades de Promoción del Diseño, una lista de doce entidades autonómicas a la que se suma el Ddi, y una asociación de diseñadores sospechosamente incluida en la lista (¿por qué esa y no todas las demás?).

Aquel escalofrío se repite, con mayor intensidad si cabe. Todo en él es despropósito –la versión en .pdf ilustrada no tiene desperdicio–.

"Con frecuencia, cuando desde los poderes públicos o el colectivo técnico se habla de innovación, se considera a ésta como algo unidimensional, es decir, o es tecnológica o no es innovación". No podemos estar más de acuerdo. Lo malo es que "ellos", los firmantes, son esos poderes públicos, y han remado en esa dirección, sumándose a esa estrategia.

"Al ejemplificar la innovación se ignora que el diseño resulta imprescindible para que esta pueda materializarse. Y así se habla de proyectos exitosos en el mercado, sin hacer ninguna referencia al determinante papel que el diseño debe jugar en su definición conceptual y en su configuración bi o tridimensional". Es cierto. Tan cierto como aquel Premio Nacional de Diseño a Roca, una empresa cuyo éxito radica en la ausencia de riesgo o innovación, un conservadurismo basado en la experiencia e "innovación" de otras empresas más audaces, en las que "inspirar" sus productos. O aquel otro a Talgo, otorgado en plena reestructuración laboral, desde el ministerio a golpe de teléfono y contra la voluntad del jurado.

"Debería quedar finalmente superada la visión del diseño como un mero ejercicio estilístico anecdótico cuando no banal o en el mejor de los casos, signo de modernidad superficial". También hay que estar de acuerdo. Desgraciadamente, lo firman los mismo que han invertido disparatadas cantidades de recursos públicos en financiar proyectos de diseño gráfico, de producto y de interiores, encargados a modistos y modistas de relumbrón, donde los discretos resultados pasaban a un segundo plano, porque lo importante era el "despliegue mediático". Y son también los mismos, empezando por el Ministerio de Innovación, que una y otra vez convocan concursos de diseño en los que el único requisito de participación es la mayoría de edad, y en los que en ocasiones el resultado se obtiene por votación popular a través de una web.

En cualquier caso, el análisis que se hace no es básicamente equivocado. Tratándose de un "manifiesto", cabría esperar propuestas concretas en ese supuesto cambio de rumbo que se reclama. Pero no. No busquemos en el manifiesto una sola referencia al papel del diseño dentro de la sociedad, ni a los diseñadores, ni a su importancia como elemento motor del desarrollo cultural, ni a su incidencia directa en la calidad de vida o el bienestar...

Basicamente la reivindicación, que a mí me suena llorona y de brindis al sol, es el impulso de una nueva ecuación (sic) que sustituya a la de I+D+i. La propuesta es I+D+d+i: Investigación, Desarrollo, Diseño e Innovación. ¿El motivo?: "el concepto de innovación no está sirviendo por sí solo para posicionar adecuadamente la importancia del diseño".

Acabáramos. Pero si esto lo sabemos desde hace mucho tiempo, todos menos ellos. Lo malo es que "ellos", para nuestra desgracia, tenían encomendada la misión –y también los fondos públicos para ello– de "posicionar adecuadamente la importancia del diseño".
Sin quererlo, lo que se está admitiendo es que la estrategia en la que se ha basado la promoción del diseño era errónea. Ha servido sólo para desubicarlo, y la enfermiza obsesión por alejarlo de la sociedad y los ciudadanos ha acabado por pervertir la esencia y su función, lo ha vaciado de contenido. Minimizar la importancia del diseño reduciéndolo al terreno de la eficiencia económica, concretada en la competitividad, la exportación, la eficacia empresarial y las cuentas de resultados ha sido el peor favor que al diseño se le ha podido hacer. Porque sólo se justificaría en base a los resultados para esas expectativas: como elemento logístico, coyuntural. Y el diseño no es eso, no debe serlo.

La promoción del diseño no puede estar condicionada a una sola de sus funciones, de sus bondades, de sus razones de ser. Llevamos muchos años promocionándolo "como". Y no ha funcionado. Hay que promocionarlo en sí mismo, y la consecuencia será que entonces funcionará mejor "como". Porque lo que hace falta es un buen diseño, fuerte como sector, estructurado, de calidad, exigente. Llevan demasiados años dándole peces a los empresarios, que los enguyen sin que por ello mejore su salud. Es hora de mejorar la caña, el barco y el pescador.

La solución que se les ocurre es añadir una "d" al slogan. Ni un reconocimiento de su parte de responsabilidad, ni una propuesta tangible, lo que hace falta es una "d".
Por las mismas, podrán venir detrás los transportistas, al fin y al cabo todo se transporta, y querrán su "t". Y los notarios, y los funcionarios: I+D+d+i+t+n+f. ¿No hay quien dé más?.

1 comentario:

Anónimo dijo...

son torpes, muy torpes. Aquí en La Rioja repartieron millones entre los diseñadores de moda famosos para hacer etiquetas de vino y cosas así

Álvaro Sobrino. Diseñador gráfico, periodista y editor.
Mantiene una columna en la revista VISUAL, con el nombre de Crónicas de Pseudonimma, donde recoge opiniones de otros y las suyas propias acerca de la actualidad del diseño español.