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19.12.10

el buen librero, esa leyenda urbana


A quienes defienden que las librerías seguirán siendo el espacio natural donde comprar libros...
Hemos oído y hemos leído defensas numantinas sobre el papel del librero tradicional. Excepciones habrá, y yo conozco alguna... pero la tónica general poco tiene que ver con ese perfil idílico que algunos se empeñan en defender.
Hoy, en las librerías, encontramos varios tipos de libreros.
El becario. Suele ser estudiante, y en el mejor de los casos, le gustará la lectura. Pero no nos equivoquemos, está ahí para sacarse unas perras, no ha tenido tiempo por su juventud para leer mucho, y si puede estar al día de lo más nuevo y evidente, su cultura librera carece de fondo de armario. En el mejor de los casos agradeceremos su jovialidad y entusiasmo, porque todavía no ha dado tiempo a que se le retuerza el colmillo. Aunque con toda probabilidad encontremos otros muchos a los que nuestras inquietudes literarias le traigan al pairo y no tengan inconveniente en demostrarlo, una reacción comprensible y acorde con la retribución que reciben.
El que no se levanta. Si vamos a Zara o a una perfumería, un adiestrado dependiente de sonrisa profidén se dirige a nosotros, nos pregunta, nos orienta, se refiere a lo elegante que es nuestra bufanda... en la librería el dependiente muchas veces no levanta la cabeza del ordenador, en el que posiblemente esté revisando albaranes de devolución. Cuando nos dirijamos a él, su buena educación, que se le presupone, no podrá empañar la sensación de que le estamos molestando. A nuestra pregunta sobre determinado ejemplar, en muchas ocasiones nos indica la sección o estantería donde lo encontraremos, ni siquiera se levanta... él sabe dónde está, nosotros tendremos que buscarlo, él necesita vender, nosotros sólo estamos dispuestos a comprar. No tiene sentido, pero es lo habitual.
El que lo ha leído todo. Es una mentira extendida que los libreros leen mucho. Algunos de ellos se empeñan en mantener ese bulo, y cuando les preguntas opinan si tener la menor idea, cualquier cosa antes que reconocer que ese libro no lo han leído. Los libreros antiguamente dedicaban tiempo a leer, en las horas de baja afluencia de público. ¿Cuánto hace que no vemos leer al librero? Bastante tiene con mantener al día la burocracia intrínseca a su profesión: altas, bajas, devoluciones, novedades, actualizar la web o dinamizar el perfil de Facebook... La jornada del librero es extendida, si los demás apenas tenemos tiempo para leer... ¿por qué nos empeñamos en pensar que él sí lo tiene?
El que establece un enfrentamiento en cada venta. No importa si es porque deletreas mal el nombre del autor, si es porque el ejemplar solicitado se corresponde con una de esas editoriales/distribuidoras que le cobran el porte, hay libreros que entienden el ejercicio de la venta como una batalla, una yinkana que tenemos que superar. Sólo así, nos venderá el libro.
Si alguien quiere conocer un ejemplar único de esta especie, en la cuesta de Moyano hay una señora con gafas, malencarada, que muerde cuando te acercas. A veces tiene cosas interesantes a buen precio en cajas de madera. Si se te ocurre empezar a rebuscar, te regaña con un "no toques los libros que se estropean, si quieres algo lo coges y ya está...".

Seguro que a alguien se le ocurren otros para completar esta tipología. Es cierto que no se puede generalizar, yo mismo conozco unos cuantos libreros fantásticos que se ofenderán si leen esto, y con razón. Pero me queda la duda: esos libreros, que dedican tiempo a la conversación, que orientan, que conocen mis gustos... son mis amigos, soy un habitual en sus librerías... ¿tratarán así a todos los clientes?

2 comentarios:

Daniela dijo...

En la Casa del Libro de Fuencarral había un chico que no sólo te acompañaba hasta la estantería específica y no tenía problema en sacar la primera fila de libros para encontrar ese último ejemplar que buscabas, sino que gracias a él me enteré del servicio de la Casa del Libro, que te consiguen el que estás buscando y te avisan por sms, sin compromiso de compra (o te avisan que no lo consiguieron ¡perfecto!). Se le perdonaba el gesto torcido cuando andabas buscando alguna porquería para tu sobrina preadolescente, sólo por el trato correcto y su sentido común ya que intentaba múltiples combinaciones de palabras para encontrar ese libro del que apenas recordabas el título, el autor o siquiera la portada. Viendo eso, pensaba: debe ser un gran usuario de Google.

No se si sigue estando, ahora voy más a la biblioteca (la crisis).

echar un remiendu dijo...

Muy agudo lo de que estará en su ordenador gestionando devoluciones jajjajaja

Muy divertido post
gracias

Álvaro Sobrino. Diseñador gráfico, periodista y editor.
Mantiene una columna en la revista VISUAL, con el nombre de Crónicas de Pseudonimma, donde recoge opiniones de otros y las suyas propias acerca de la actualidad del diseño español.