El vasallo y el rey
Hoy estuve en Zaragoza. Le daban el Premio nacional de Diseño a Isidro Ferrer. En el protocolo rancio, sólo uno de los premiados tenía que hablar. Y lógicamente los organizadores no habían decidido que fuera él. Cuando el rey dijo aquello de "queda clausurado este acto", Isidro, valiente, se dirigió al rey:
-Majestad, antes de que se vaya me gustaría leer un poema.
Y casi sin esperar respuesta, en el desconcierto, se acercó al atril y dedicó el premio a su madre para a continuación recitar aquel de Gloria Fuertes que acaba:
...Hay que decir lo que hay que decir
pronto,
de pronto,
visceral
del tronco;
con las menos palabras posibles
que sean posibles los imposibles.
Hay que hablar poco y decir mucho
hay que hacer mucho y que nos parezca
poco:
Arrancar el gatillo a las armas,
por ejemplo.
No le tembló un ápice la voz, quizá las piernas, pero quedaban ocultas y no lo pude ver.
El cómico que un día decidió ser diseñador, nos tenía guardada a todos su mejor función. Hemos escuchado de pie. Hemos oído el silencio en las pausas, porque hasta las pausas hizo, y era atronador.
Al acabar, hemos aplaudido. Y ese rey que había también aplaudió. Estoy seguro de que ese rey aplaudía a Gloria Fuertes. Casi seguro de que a Isidro también. Pero quiero pensar que, también, aplaudía a la paz.
Mientras ese rey aplaudía al cómico que un día decidió ser diseñador, a su lado, un ministro apretaba los puños y miraba al suelo. Y se iba haciendo pequeño, pequeño, más pequeño...
Gracias, Isidro.
(Recogido de una lista de correo).
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He querido apropiarme de este texto porque no sabría expresarlo mejor. Esta vez sí, los Premios Nacionales de Diseño estuvieron en todos los informativos. Seguramente, la noticia no era para ellos que unos pocos se levantaran durante un discurso de un ministro y mostraran pancartas –incluso aunque uno fuera Mariscal, como apostillaba más de un periódico–. Tampoco que alguien leyera un poema en favor de la paz, aunque fuera delante del rey. La noticia estaba, sin duda, en los aplausos del rey. Y esa es la deuda con Isidro: haber provocado esa noticia.
Para nosotros, los que nos dedicamos al diseño, el Premio Nacional que se le da a un diseñador cada año es importante. Para quienes lo organizan, es sólo la cohartada intelectual para dar uno a la empresa, que es el que de verdad les importa (¿hemos exportado muchos más bidés, señor Roca?). Y con ello, sólo consiguen que los telediarios minimicen la información: un premio nacional a un intelectual (filósofo, investigador, escritor, que más da) sí es noticia. Pero un premio a una empresa es publicidad. Porque en los telediarios cuesta mucho citar marcas, porque parece publicidad, y eso, sin pasar por taquilla, está mal visto en la televisión.
Con ello, los premios nacionales de diseño tienen siempre poca repercusión en los medios. Esta vez, sin embargo, hubo noticia. Cuando alguien decidió que Isidro no hablaría en el acto (cuestiones de protocolo, sólo puede hablar uno de los premiados, y estaba claro que no iba a ser él) poco podía imaginar en su miopía que en realidad lo que estaba era facilitando que el diseño se convirtiera en noticia. Porque si las palabras de Isidro hubieran estado dentro del protocolo, su efecto hubiera sido mucho menos relevante. Como lo hubieran sido si hubiera habido el más mínimo rasgo de agresividad o irreverencia. Sólo el diseñador cómico podía combinar una estrategia tan bien diseñada y tan bien interpretada. Isidro sabía que necesitaba ganarse la complicidad del rey. Y supo hacerlo. Aunque en su fuero interno, desde el estómago, seguro que hubiera preferido ser más radical. Pero no era eso lo que tocaba, de lo que se trataba era de ser contundente.
Muchos diseñadores considerarían el Premio Nacional como el punto máximo al que pueden aspirar en su carrera. Para Isidro ha sido sólo la oportunidad de hacer algo importante y mejor, no como profesional (ahí ya nos lo tiene demostrado todo), sino como ser humano.
Hemos hecho postales, carteles, pegatinas, fondos de escritorio, hemos querido poner nuestra habilidad profesional al servicio de una causa esencial y justa. Isidro, en cambio, nos ha descubierto que esta es una causa de los seres humanos.
Y quiero acabar citando otro email, éste de mi amigo Alejandro Morcillo:
"Sólo desde la emoción, la sensibilidad y el respeto se puede tener la valentía de hacer lo que Isidro hizo ayer. Seguramente alguno más encumbrado se hubiera estado quietecito sin decir nada, protegiendo su futuro. Cosa que a Isidro no le ha importado y ha actuado desde la honestidad. BRAVO!"
(de Pseudonimma)
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