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1.2.04

los Príncipe Felipe

El Ministerio de Industria, Turismo y Comercio ha concedido los Premios Príncipe Felipe a la Excelencia Empresarial. Estos Premios que se entregan en nueve categorías (aunque la de energías renovables y eficiencia energética quedó desierta) incluyen entre ellas una, la que nos ocupa, la de Diseño.
Este Premio tiene varias ventajas. Por un lado, su convocatoria nos da (aún más, si cabe) la razón a quienes venimos defendiendo que hay que replantearse la idoneidad del premio nacional de diseño a una empresa. Más que nada por aquello de la redundancia. Si a ello se le añade que unos (los Principe Felipe) y otros (los Nacionales de Diseño) serán convocados en sus próxima edición por el mismo ministerio y posiblemente dependan de la misma secretaría e incluso puede que del mismo departamento (o al menos hay que esperar que el papel del Ddi vaya a ser fundamental en ambos), cabe la posibilidad de que a alguien se le encienda la bombilla de la sensatez y se plantee que existiendo uno no tiene sentido el otro.
Por otra parte, el hecho de que sean honoríficos ahonda también en la idea de que este tipo de premios a empresas deben serlo así, mientras que los que se conceden a profesionales, ya sean bailarines, acróbatas, poetas o cocineros, todos –hasta los cuarentaitrés que hay– se acompañan de una dotación económica; a excepción, por motivos que siguen sin ser explicados, del que se otorga a los diseña�dores (“...esos premios que tienen dotación sólo para sí mismos”, que dijera Juli Capella).
Pero si saco a colación esto es porque este año se ha hecho un paréntesis para que el Premio de Diseño a la excelencia empresarial (que por inercia se suelen llevar fabricantes de producto, lo mismito que sucede en el nacional) se le diera a una empresa vinculada no sólo al diseño industrial sino también al gráfico, en el entendido que la señalización y la implementación de identidad visual conforman el espacio confluente de ambas disciplinas. Así, la magnífica noticia de que el Premio Principe de Asturias a la Excelencia Empresarial, en el apartado de Diseño, ha sido este año para SIGNES, más allá de la satisfacción que a algunos nos produce, se manifiesta como el reconocimiento a un modo de entender la cultura del diseño muy por encima del metro cuadrado o lineal de perfiles, luminosos o lonas. O lo que es lo mismo, se incide de un modo directo en destacar que la eficacia empresarial no siempre es sólo producción, facturación y resultados, sino que puede también ser cuando menos compatible con el compromiso, la cultura, el fomento de iniciativas propias y el respaldo a las ajenas en una actitud militante de defensa de la actividad del diseño. En el caso que nos ocupa, además, ello se hace de un modo especialmente enérgico con todo aquello que tenga que ver con el apoyo a los futuros diseñadores y la presencia del diseño como inquietante de la inteligencia en nuestra sociedad. Así, el reconocimiento es la consecuencia�� lógica de un modo de hacer distinto, mejor. Y para no poner ni quitar, como sucede a veces lo mejor de estos premios es la justificación redactada del Jurado, a saber: “por su significativo aporte creativo y la calidad de sus productos y servicios ofrecidos en su dilatada y singular trayectoria; porque han convertido su empresa en una herramienta fundamental para la eficiente evolución del diseño gráfico en el mercado y por su permanente, generoso y valiente apoyo a las nuevas generaciones de diseñadores”.
Alguien se preguntará cómo es posible que le haya de llegar a SIGNES de la mano de los genéricos Príncipe de Asturias en lugar del específico, que sería el Premio Nacional de Diseño; efectivamente, la cicatería y entreguismo de uno de los organizadores (el BCD) y las prácticas fraudulentas del otro (Ministerio) han desvirtuado los premios nacionales hasta ese extremo. Hoy, para SIGNES, a la coherencia de ni siquiera entrar en la oscura terna año tras año renunciando así de antemano a la posibilidad del Premio, se le suma el que sea otro Jurado, otro Premio, otro Ministerio el que le dé la razón.

Y ya que hablamos de Premios, se han convocado con retraso evidente los Nacionales de Diseño. Finalmente, y por la cosa de las partidas presupuestarias esta edición se convoca desde el ministerio de educación y ciencia (anda que no chirría...) aunque con toda la carga de provisionalidad, a la espera de su traslado en la siguiente convocatoria al de Industria, y más concretamente en el feudo del Ddi. Siendo así, por aquello de que la eventualidad es también un eximente, habrá que ser comedidos en la crítica, y bien estará que sirva de transici��ón entre las trampas flagrantes de la edición anterior (con la connivencia del BCD, que ahí siguen los mismos sin dar explicación alguna, que al menos los politiquillos implicados han llevado en el castigo la penitencia, y son ya historia por el trueque de poder), y el renovado Premio que nos cabe esperar a los ilusos cuando recale en forma y fondo en una entidad tan libre de sospecha como lo es el Ddi .
Pero algo debiéramos aprender de una vez: indefectiblemente, cuando surgen voces discordantes o críticas (recuérdese, desde aquella recogida de firmas en apoyo a Daniel Gil hasta el Talgo como animal de compañía del pasado año) el BCD convoca a las asociaciones y plataformas varias a reuniones para que se redacten propuestas y sugerencias... e indefectiblemente a estas reuniones nunca asiste representante alguno del ministerio, siendo precisamente el organizador consorte quien hace las veces de tamiz e intérprete (y algunos pensamos que de censor también)... es la famosa estrategia del cortafuegos, y que año tras año, escándalo tras escándalo, tan buenos resultados les está reportando. Pero esto no puede durar eternamente, si el Ddi quiere de verdad darle la vuelta a estos Premios deberá dejar de lado esa interlocución, que ya no resulta creíble, arremangarse y bajar a la arena del debate constructivo.
(de Pseudonimma)

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Álvaro Sobrino. Diseñador gráfico, periodista y editor.
Mantiene una columna en la revista VISUAL, con el nombre de Crónicas de Pseudonimma, donde recoge opiniones de otros y las suyas propias acerca de la actualidad del diseño español.