Premio nacional plus
Para la inmensa de los mortales, este año sólo ha habido un premio nacional, y lo ha ganado el canalplus. En primer lugar, porque todas o casi todas las televisiones a excepción de la premiada, y al menos dos diarios de tirada estatal, han obviado cualquier referencia al fallo de un premio nacional que se le otorgaba a “la competencia”. Por contra, canalplus ha “rentabilizado” el hecho, están en su derecho, salpicando durante semanas su programación con una cortinilla de continuidad en la que sacaban pecho y la imagen gráfica de Mariscal, él sabrá si con su consentimiento; aunque obviamente, no mencionaban que ese premio les cae repartido a pachas con Talgo (que alguien me lo explique, que alguien me lo explique...) y que además, o habría que decir sobretodo, el premio nacional de diseño curiosamente se entrega, también a un diseñador (Toni Arola, enhorabuena). Aunque a éste de taparle y callarle la boca ya se encargarán los organizantes, no vaya a ser que le dé por hablar del diseño como elemento cultural y para el bienestar de las personas, y le quite protagonismo a la excelencia y competitividad y herramienta paralaexportaciónynosigáis poresecaminoquevamosatenerundisgusto quellevamosmuchotiempodiciendolohayquejoerse. Ea.
Con esas cortinillas (insisto, en su derecho están, aunque resulte enojoso y equívoco) han conseguido que para los afueras de esta profesión el premio nacional de diseño, que no se sabía ni que existía, ahora “es uno que se lo dan a una empresa y resulta que esta vez se lo han dado al plus; y fíjate que curioso, que todos pensando que eran una televisión, y ahora en lo que les dan un premio nacional es como diseñadores”.
Porque esa es la gran falacia, y no soy la primera en decirlo: lo del premio nacional de diseño a la empresa es como si le dieran a Planeta el nacional de literatura, a Kodak el de fotografía o a Movierecord el de cine. Por supuesto, hay aparte unos premios nacionales a las empresas (los premios Principe Felipe a la excelencia empresarial, que otorgan este mismo nuestro ministerio de cytología y el de economía, y en el que hay específica una categoría a la excelencia empresarial en el diseño, lo que además supone redundancia).
Tenemos lo que nos merecemos. Cuando nacieron los premios nacionales y empezaron a darse, apenas nadie protestó porque a las dos categorías de profesionales, industrial y gráfico, se añadiera, casi como una concesión, una tercera a la empresa. A pesar de que ese y no otro era el argumento que Mai Felip (está en las hemerotecas, gracias, Pierluiggi, por dejarlo por escrito y publicado) utilizó durante años para ni siquiera “imaginar” el tema de la dotación. Que también por escrito se lo tengo leído a un activista: “estos premios que no tienen dotación sino para sí mismos...”.
Lo malo fue que, por no atajarlo a tiempo, de dos premios al profesional y uno a la empresa hemos caído en la contraria, y de aquel perfil de empresa que a todos nos parecía el menos malo (quién iba a cuestionar un premio a Vinçon, a Camper, a Amat3, a Signes... huy, perdón, en que estaría pensando: a Signes, no), hemos derivado en lo de este año, pasando en la edición anterior por el intermedio de la de exportar bidés. Y lo que para nuestra desgracia es peor: a los organizadores les parece un adelanto que no se cansan de repetir con euforia el que se rompa esa barrera de las empresas más vinculadas al diseño y su cultura para que le llegue a quienquiera que fabrique pendulares (que alguien me lo explique, que alguien me lo explique...) o a una tele que ha sido exquisita y coherente en su imagen durante toda su existencia, pero solo eso (felicidades Pep Sempere, dondequiera que estés ahora, que no te encuentro: tú eres el auténtico merecedor de ese premio, aunque no te sacarán en la foto).
Y a vueltas como cada año, el penoso espectáculo de estos premios que habrían de ser para la proyección pero que no nos los creemos ya ni nosotros, hace que nos olvidemos siempre de quien es el premiado. En este caso tocaba industrial porque lo de dos premios pasó a la historia, y merecidamente es para Toni Arola, a quien no tengo el gusto pero que le conozco pinceladas de genialidad y registros rigurosos. Y es además, un industrial muy gráfico, que tiene en su haber el acierto de compartir y colaborar en proyectos mixtos con grafistas, con resultados excelentes. Y al respecto, tomo como propia la afirmación que tantas veces he oído al esencial Pedro G.-R: “que los premios nacionales sean un despropósito no quita para que reconozcamos que los profesionales que lo han recibido, lo merecían sobradamente, todos y cada uno de ellos”.
(de Pseudonimma)
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