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8.2.11

Del proyecto del DHUB, de ACTAR, de la transparencia y de la mujer del César

El Disseny Hub Barcelona (DHUB) es la integración de un museo, un centro y un laboratorio encaminado a promover la comprensión y el buen uso del diseño, dependiente del Ayuntamiento de Barcelona a través del Institut de Cultura.
Uno piensa que el DHUB no nació con buen pie. Un denominativo impronunciable, que no define. Aunque al final, nos hemos ido acostumbrando al nombre, y poco a poco ha penetrado en la cotidianeidad del diseño barcelonés. Hoy forma parte del paisaje cultural de la ciudad, y su aportación creo que es bien recibida.

Como sucede con estas cosas, el proyecto levantó recelos en quienes vieron ahí una amenaza, que los recursos son limitados, pero ha contado con la condescendencia en las opiniones, incluso los más críticos han considerado atenuante el hecho de que ha tenido y tiene que vivir de prestado en dos edificios inapropiados hasta que le acaben el casoplón de Glòries. Por no hablar de la herencia envenenada que hubo de asumir procedente de dos antiguos museos, el de Artes Decorativas y el del Textil.

Esa provisionalidad que arrastra y subyace en todo lo que hace, no quita para que el balance en este tiempo pueda ser calificado de positivo. Sin embargo, tiene un lastre. No es el que pudiera suponer su directora Marta Montmany, antigua directora del Museo de Artes Decorativas, antes conservadora del museo etnológico, y que ha demostrado en este tiempo eficacia, capacidad para adaptarse a su nueva realidad y sensibilidad hacia el diseño. Alguien debió pensar con buen criterio que además era necesario incorporar otra figura que tendiera los lazos y garantizara la fluidez con el sector del diseño. Y aunque la idea tenía sentido, equivocaron la elección. Bajo la intrigante etiqueta de “comisario del DHUB” se promovió para el cargo a quien no está claro que fuera el idóneo: Ramón Prat, propietario de la editorial Actar, especializada en fotografía, diseño y arquitectura.
Hoy, la relación del colectivo con el museo es en ocasiones espesa, está viciada, y el elemento que había de ser conductor es en realidad un palo en las ruedas.
Cualquiera que haya estado relacionado con las ediciones de diseño sabe cómo funciona la cosa. El modus operandi es el siguiente: Actar demora por sistema hasta la eternidad los pagos, y con ello, con el dinero del diseño, puede abrir oficinas en Nueva York, comprar una editorial suiza o abrir una librería en la milla de oro cultural de Madrid. Todo ello mientras sus autores se las ven y se las desean para cobrar sus derechos, y es difícil encontrar en Barcelona una asociación, un editor o un colectivo que no haya tenido que pasar por el tedioso trance de intentar cobrar por aburrimiento. Unos lo consiguen, otros no.
En cualquier sector existen sujetos y empresas que actúan de modo parecido. No debía sorprendernos ni justificaría de por sí este texto. Normalmente suelen ser identificados, se corre la voz y, como dirían algunos, en el pecado suelen llevar la penitencia. Pero no es el caso, aquí coincide que el sujeto es a la vez quien decide cómo se invierte, a qué se dedica el dinero público para la promoción del diseño, lo que le sitúa en una posición especialmente cómoda e impune, que se acompaña de una suerte de pacto de silencio en el que todos en mayor o menor medida incurrimos.
Esta situación que se extiende en el tiempo, tiene que ser corregida. Es importante que sea así porque estas cosas no hacen sino enrarecer el clima en el que una actividad como es el diseño interacciona con la administración, una relación que debe ser transparente y sin rincones. Siempre habrá quien piense que estas cosas es mejor que no se sepan, que son inevitables y forman parte de lo cotidiano en las relaciones entre la sociedad y la administración. Pero quizá sea así precisamente por eso, porque nadie se molesta en ponerlas de manifiesto.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

mira, esto está bien. Si un día se descubre ahí un pastel en plan Millet, alguien dirá "si ya lo decía este en su blog..." bromas aparte, a mi del dhub menos el nombre me parece que lo demás está bastante bien.

AnnieChristian dijo...

Nunca he entendido eso de no contar ciertas cosas. La transparencia es eso, las cosas buenas y las no tan buenas y permitir al ciudadano que haga uso de su criterio para valorarlas en la medida que cada cual considere oportuno. A mí, lo que cuentas aquí me parece muy necesario que se sepa, ya me dirás como se le puede conceder la gestión de dinero público a alguien cuyo comportamiento al respecto es tan deficiente en su labor profesional privada. Absurdo.

Anónimo dijo...

Ya era hora de que alguien lo dijese tan claro. Aunque me temo que no sirva de mucho, al menos queda constancia.

Fdo: Otro que también espera cobrar

Álvaro Sobrino. Diseñador gráfico, periodista y editor.
Mantiene una columna en la revista VISUAL, con el nombre de Crónicas de Pseudonimma, donde recoge opiniones de otros y las suyas propias acerca de la actualidad del diseño español.